Estoy volviendo por lo único que me mueve a escribir: el Amor. El entenderlo todo, y al mismo tiempo no saber nada.

¡Qué lio! Demasiadas preguntas sin respuestas. Demasiadas, de verdad. Y más pienso, peor es. Juro que entendí tantas cosas, y en lugar de aclararse todo, se oscurece más y más. Parece irreal. Magia me gustaría llamarlo.
Estoy volviendo por lo único que me mueve a escribir: el Amor. Los interrogantes que éste me genera. El entenderlo todo, y al mismo tiempo no saber nada. Parece todo tan complicado, (y de a ratos tan sencillo).
Qué confusión que me genera el saber que es conocido, una condición de su vida: vida de cantor, que admiro. Qué lío saberlo un cantor-conocido. Siempre me pregunté si lo que sentía venía de la mano con esa condición, y si en el supuesto caso que se hicieran mis deseos realidad, iba a seguir sintiendo lo mismo. Me confundí más.
Pienso que no hay peor error que idealizar, y me propuse un juego. Imaginarlo uno más. Sacar su condición de cantor-conocido. ¿Qué sentís? ¿Genera lo mismo? Y AHÍ estuvo mi error. Me generó más: más ganas de conocerlo, más ganas de encontrarlo, más amor, más deseo, más confusión. Es que traerlo a mi realidad, sacando sus condiciones, hizo que lo sintiera más posible que antes. Y ahí también dolió más.
Supuse lo siguiente; (Aunque no sea conveniente, me gusta comparar con cosas que siento más reales)
Sacamos su condición de vida, y lo ponemos a trabajar en algo simple, (un negocio, el chango que atiende) Divino. Es el nuevo empleado del lugar al que vas siempre a hacer tus compras. Te gustó apenas lo viste. Empezás a ir una, dos, tres veces por semana, para verlo, y cruzar alguna que otra mirada, palabra, gesto. Al principio no sabes nada de él, ni siquiera su nombre. Averiguas, lo conseguís. Resulta así, al muchacho en cuestión, en lo poco que sabes, le gustan varias cosas que también te gustan a vos: el folklore, Boca Juniors, es cantor, y tiene una sonrisa que ¡por Dios!, enceguece. En fin, el kit de la cuestión, es real. Cruzan miradas, sonrisas, es un coqueteo. Ninguno insinuó mucho, pero tampoco es la incertidumbre misma. Hay cierta confianza para apostar (porque se puede ganar).
Mientras, pasa el tiempo, semanas, meses. Vos: que salís poco, te empezas a preguntar dónde vas a encontrarlo para generar el primer roce, el primer encuentro. Y ahí vas, un día, decidís salir y él no está. Y es una oportunidad que desaparece. Aprovechas la condición de “Domingo 6am” (Entiéndase: al otro día podes adjudicar un vaso de vino demás y será un poco de risas que pongan fin, o ese mensaje tonto que vas a enviar puede tener respuesta, y diste un paso más. Juegos de seducción).
¡Tuviste suerte! Surtió efecto. Respondió, mensajes van y vienen. No pasan más de tres semanas, se cuentan que van a coincidir en un lugar, una noche, él sale con sus amigos a mismo lugar que vos: “Perfecto, de seguro te cruzo, tomamos algo” Acepta. Llegó el momento, lo ves, se saludan, toman algo, la noche es larga, recién empieza, pero todas las condiciones necesarias se dan: se despierta piel, el deseo está latente, y los dos apuestan a más. Se van juntos, quieren disfrutar el momento.
Y la incertidumbre de saber que va a pasar antes del primer beso, el primer roce, si va a generar algo, si va a afirmar lo que te pasa al verlo, o si se va a desmoronar todo, no generó nada, era una ilusión, y va a ser la primera y única vez que se van a encontrar. Mientras todas esas preguntas (bien de minita histérica que se te vienen a la cabeza) empiezan a latir, puedo jurar, que él, en lo único que piensa es en que haya química y puedan estar esa noche juntos y disfrutarlo, no piensa en el más allá, el después.
Te sorprende un beso, y ahí te vas a dar cuenta sí hay piel o no, si sus bocas “riman”, si te genera las ganas necesarias como para querer seguir con esta locura, apostar a seguirse encontrando, aunque sea una vez cada tanto. Cada uno con su vida, que no coinciden, pero bien combinan. Los dos viven para el arte, el cantor, vos bailarina, cada uno en su mundo. Viven viajando en dos rectas paralelas, que rara vez, descarrilan un rato y se hacen coincidir.
¿El problema? Ah, sí, cierto. No es todo en la vida color de rosas. (¡Gracias a Dios! Porque sería patético si todo fuera tan bien siempre, si se nos regalara todo porque sí, me gusta el hecho de saber que si deseo algo y lucho por ello, me enfoco en cumplirlo, aunque duela y cueste, puede suceder). Creo que los que nos cuentan un mundo de rosas son esos que sufren porque idealizan, viven en el estado continuo de enamoramiento, que sólo dura tres meses, (comprobé que así realmente es) donde la percepción la tenemos totalmente distorsionada (punto en contra para el amor) porque es una locura momentánea, que “casi enceguece” y nos hace ver cosas que no son. Concluyendo… (fue una deducción propia que sentí necesaria)
El problema, los problemas:
1) La distancia que nos aleja, 1264 kilómetros entre su casa y la mía. Malditos 1264 kilómetros entre su vida y la mía.
2) Él, de esos amores que matan, pero no mueren. Él, el de la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Él y su intensidad, de a ratitos…
3) Yo, en la eterna lucha de amarlo y no amarlo, para no ser una más (odio ser un número más, un nombre en una lista, siempre me gustó dejar mi marca, pasar dejando huella, no ser invisible, alguien completamente de paso que está vacío en contenido)…
4) El momento incorrecto. Estás convencida, todavía no sabes el destino fijo, pero en cuanto termines de estudiar, te vas. Lástima que todavía tenes 19 y te faltan tres años más. ¡Maldición! Aunque sí creo que todo pasa cuando tiene que pasar. Al tiempo que tiene que pasar, para enseñar lo que tiene que enseñar, sea Dios, el destino, el universo, o como quieran llamarle. En tres años más: La vida misma puede pasar. Sólo queda confiar, en el destino, lo que nos espera, y disfrutar. Disfrutar siempre, cada momento, cada detalle, cada encuentro y cada despedida. Imposible sería controlar las emociones.
“Toda la vida nos la pasamos esperando el momento de ser feliz, y cuando ese momento llega, y sos feliz, ¿Te vas a medir? No, lo disfrutas al máximo, no podes decir, bueno hoy soy feliz un ratito así después puedo ser feliz un ratito más. Sos feliz y punto. (Y es que la felicidad, atrae felicidad)”



Podría hasta jurar que me está molestando su condición de vida, porque no me da oportunidad a creer en mis palabras. No me importa que sea “famoso”, cantor, galán. Todo eso no me interesa. Me interesa él, como hombre, como cualquier hombre que la vida te presenta y hace que te intrigue. Queres conocerlo, y al menos comprobar si estás equivocada, si te genera algo, si es sólo un poco de atracción física, si hay química o si puede nacer algo más…
Cuando queres conocer a alguien no es importante en qué coinciden, sino en qué se complementan. No importa cuántos gustos en común tengan. No tienen que ser dos figuritas repetidas, más bien complementarse. Es una tontería la “teoría de la media naranja”, no tenemos una mitad idéntica dando vueltas por ahí, no hay dos personas iguales, lo lindo es saber hacer conectar dos ríos y crear un mar, como una batería, un positivo y un negativo. Como el ying y el yang, como el sol y la luna, el mar y la arena.


Qué sería del cielo sin las estrellas y de la lluvia sin las nubes
qué sería de la noche sin el insomnio, y del insomnio sin tu recuerdo
qué sería de las rosas sin espinas, de los bares sin alcohol, de la vida sin el destino
qué sería de mí si no escribiera,
qué sería de ti si no cantaras
qué sería del mundo sin amor,
qué sería del amor sin heridas
y qué sería de las heridas sin ese amor que las cicatriza.
Sí todo músculo debe romperse para crecer,
qué sería del amor inmenso sin haber sufrido primero
qué sería de la suerte si no estamos dispuestos a ayudarla
qué sería de tu boca sin esa sonrisa, qué sería de la mía sin tu presencia
qué sería de mis manos sin tu cuerpo
qué sería de este amor sin la química,
que sería de la química sin sentimientos
y qué sería de mis sentimientos sin tus inquietudes
qué sería del amor sin los temores,
qué sería de mi piel, si no fueras su hombre.

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